Nuevamente aquí, con ustedes, para publicar ésta nueva entrada.
Es algo especial, jamás había hecho algo así, porque nunca me siento capaz de escribir sobre historias de otras autoras. No me siento a la altura... pero, creo que necesitaba -de verdad que sí-, escribir lo que escribí. No es la gran cosa... es algo corto, pero con cariño.
Un fanfic creado el 18 de diciembre del 2012. Pero, jamás me armé de valor para mostrárselo a quién correspondía... por vergüenza de arruinar su trabajo.
Ella, al verlo, le agradó. Y me dio la autorización de publicarlo... se lo enseñé hace ya bastante tiempo... y ahora, recién ahora, quiero compartirlo con ustedes.
Los personajes y la trama de la historia no me pertenecen, son de Vitoria, o más conocida como Calabaza, la creadora de "Aliento de Berserker". Una historia que me ha encantado, y por ello, he escrito esto.
Espero les guste.
Dentro de House of Sound
Eran gemidos. Se podían oír claramente desde la
posición en la que Lucas se encontraba.
¿Cuánto tiempo llevaba allí? No tenía ni la más
mínima idea. Sólo sabía que ya no era consiente de sus propios actos. No por lo
menos, desde que llegó a ese lugar. O más bien, desde que su abuelo lo envió a
ese terrible lugar.
Cuando abrió sus ojos pudo notar a lo lejos el
cuerpo ensangrentado de su padre. No entendía qué era lo que sucedía, sólo
sabía que el pobre hombre yacía en el suelo con graves heridas por todas
partes.
— ¡¿Papá?! —gritó una vez consiente de lo sucedido.
—Tranquilo, hijo —logró decir antes de que escupiera
con claro dolor una enorme posa de sangre—. No es culpa tuya —susurró con
ternura. Finas gotas de lágrima rodaron por sus ojos hasta caer y desaparecer
entre la sangre que estaba repartida por todo el lugar.
Lucas trató de acercarse a él, pero enseguida notó
el grueso metal que rodeaba su cuello. Estaba encadenado a una pared. Pero, era
extraño, la cadena era lo suficientemente larga como para recorrer todo el
lugar. Cogió la cadena con sus manos y allí pudo notar que ellas estaban
bañadas de un líquido rojo carmesí. Sangre. Acercó sus manos hasta su rostro
para cubrir su boca y así evitar que el revoltijo que sentía saliera por allí.
Más sangre.
Levantó la mirada y allí observó un sinfín de
hombres que les admiraban desde lo alto tras un enorme ventanal de vidrio
blindado.
Todos ellos los embelesaba una sádica y morbosa
sonrisa.
—Sólo tienes que aprender a controlarte, Lucas —dijo
uno de ellos a través de un micrófono.
Su voz resonó en toda la habitación tras un molesto
sonido agudo que provocó. Lucas se retorció de dolor
—Sino lo logras, tu padre no podrá salir con vida de
éste lugar —aseguró con un claro tono mal intencionado.
Lucas se apoyó en la pared para lograr así sostener
su cuerpo. Miró con desesperación cada rincón del lugar. No había un solo
espacio que no tuviera marcas de aquel macabro acto. Estaba torturando a su
padre.
—Papá… —musitó una vez más—. Lo siento yo no…
—No es tú culpa —interrumpió una vez más el cándido
padre.
Él sabía a la perfección que aquellas
transformaciones eran comunes para la edad que tenía el chico. Y más aún si
aquel era cruelmente obligado a transformarse para experimentar con su
condición.
—Papá… —susurró una vez más antes de soltar un
desgarrador gemido.
La cadena que ataba su cuello había producido una
fuerte descarga eléctrica la cual provocó que Lucas se transformara casi instintivamente
aquel bestial monstruo.
Sus ojos estaban desorbitados e inyectados de rabia
y odio. Su enorme lengua colgaba de un extremo de su formidable hocico.
—Lucas…
La bestial, al sentir la voz de aquel hombre que le
llamaba por su nombre, movió las orejas intentando reconocer desde dónde venía
aquel inaudible gemido. Al observar aquella desfigurada forma humana, el lobo
sintió deseos de acabar con la escasa vida que le quedaba. Pero algo lo
detenía. Eran sus ojos. Los ojos de aquel hombre que derramaban lágrimas a
diestras y siniestras. Suplicando, entre susurros, que dejaran en paz a su
hijo. De que él no era culpable de nada, más bien, era él mismo el que tenía la
sangre contaminada.
Lucas aulló. El dolor que sentía por el daño que le
había ocasionado a su padre era tremendo. Su espalda se encorvó por completo
mientras sostenía el peso de su cuerpo en ambas patas traseras, sus manos se
dirigieron rápidamente hasta su cabeza y de su enorme hocico salió el más
terrible y desgarrador quejido que hayan oído jamás los hombres de House of
Sound.
En fin, así se termina el cortito... es antiguo y jamás sé cómo corregir mis cosas, porque de ser así, borraría todo. :) Lo juro.
Un saludo y espero no leamos en otra entrada.