Woh, Dios, cómo pasa el tiempo
y yo sin dar señales de vida (por acá). En fin, no a mucha gente le preocupa el
que escriba o no. xD
Aquí traigo un escrito… que
encontré abandonado por allí, del 2013, no he corregido nada, porque no tengo
ánimos, y tampoco le he dado final, porque ya no sé cómo hacerlo… pero lo
quiero publicar sólo para compartir un pedacito de mi “pasado”. De mis escritos
viejos.
Espero les guste.
Un saludo a mi preciosa… te
amo mucho, mon amour.
*
Una carrera diferente a lo habitual.
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Necesitaba calmarse. Inhaló y
exhaló de forma monótona alrededor de cinco minutos. Llenó sus pulmones con
aire hasta sentir la presión en su caja torácica. Su cabeza daba vueltas, el
error de respirar de forma tan apresurada estaba cobrando su cuenta.
No comprendió del todo lo que
había sucedido. Una disputa; Una ruptura; Una lágrima y la exasperada necesidad
de gritar. Aunque él sabía muy bien que el silencio era el grito más fuerte que
uno puede soltar.
El viento resopló con fuerza
moviendo las suaves nubes. Las estrellas desaparecieron y la luna se apagó.
Finas gotas de lluvia amenazaron con caer una a una hasta humedecer el desierto
panorama que enfrentaba.
Suspiró con mayor fuerza
soltando un sonoro gemido. Apretó los puños hasta que sus nudillos se volvieron
blancos. Tensó la mandíbula y cerró los ojos con furia. Necesitaba calmarse. Lo
sabía, fue lo primero que pensó y aún así no consiguió la paz que buscaba.
Miró el cielo y éste le observó
de vuelta. Una gota de agua cayó en su frente y resbaló hasta su mejilla. Una
segunda gota cayó en sus labios y una tercera en su cuello. Cerró los ojos con
más calma y dejó que el agua intentara limpiar su ser. Soltó sus brazos y abrió
sus puños. Las gotas resbalaban frenéticamente por sus dedos estrellándose
contra el húmedo suelo. Abrió los ojos con cautela para evitar que las finas
gotas de lluvia cayeran dentro de ellos.
Sus largas y encrespadas pestañas ayudaron bastante para impedir que sus ojos
sufrieran las consecuencias de mirar directo hacia arriba cuando había comenzado
una lluvia torrencial.
Sonrió al momento de realizar
un gesto infantil: Abrió la boca y asomó su lengua para que ésta se llenara de agua. Se sentía fría y no sabía a nada.
Niñato.
Gesticuló una sonrisa de medio
lado y apreció el triste espectáculo que le rodeaba.
Idiota.
Cerró los ojos y dio unos
cuantos pasos para luego soltar una exagerada carcajada. Retiró el agua que
resbalaba de su rostro con ambas manos, secó, inútilmente, su rostro con la
húmeda camiseta que llevaba puesta desde la tarde, después de la merienda junto
a esa persona y recordó, con desagrado, la discusión, la ruptura, el enfado…
Lo había olvidado.
Los recuerdos volvieron a su
mente más el disgusto permaneció de pie, frente a él, observándolo con recelo.
¿Me quieres dentro o no?
Por supuesto que no.
Sacudió la cabeza con fuerza.
Mechones negros quedaron pegados en su rostro. Los retiró con sutileza y peinó
con ambas manos su ondulada cabellera. Los negros mechones se enredaron entre
sus dedos, batalló por unos segundos para luego dejar su acción de lado. Ya
habrá tiempo de arreglarse, ahora debía actuar.
Dio dos pasos y se detuvo a
observar sus zapatillas. Eran negras y brillaban gracias a las infinitas gotas de
agua que descansaban sobre ellas. Apreció sus agujetas; ambas estaban sueltas.
Bufó. Sonrió desganado. Se arrodilló y anudó ambas cintas. Las ató con fuerza y
miró su próximo camino. La infinita calle que conducía hasta su siguiente meta.
Una nueva carrera comenzaría, pero ésta vez no sería para obtener un premio, o
un trofeo. No, esta vez correría por su destino, su vida, su futuro. Por su
amado.
Apoyó sus manos en el suelo,
levantó la cadera y miró para enfrente. Quien lo viera creería que aquel joven
estaba loco. Aunque lo estaba, loco de amor por un muchacho que hace ya media
hora se había marchado de su lado. Sonrió crédulo, golpeteó la punta de su
zapatilla izquierda contra el suelo y miró con seguridad su camino. Excitado
esperó la nueva señal que diera inicio a su próxima carrera. Tragó aire y sin expulsarlo
de sus pulmones se echó a correr tras oír el frenético disparo de la naturaleza.
Un destello iluminó las vacías calles que rodeaban su camino. Al parecer la
lluvia no se detendría.
Tampoco yo.
Corrió con fuerza por la
avenida principal. Dio cada paso sobre el húmero asfalto con una gran seguridad.
Sintió el agua estrellarse contra su rostro, ya no era agradable; no se sintió
como la primera vez, era como si ésta intentara detenerlo. Impedir que llegue a
su destino por el camino que él mismo había escogido. Pero no se echaría hacia
atrás. Ésta vez no escucharía a su alrededor, sólo a su corazón. Continuó
corriendo con fuerza. Alzando el rostro, cerrando los ojos y volviéndolos a
abrir. Sentía que en cualquier momento sus pies se despegarían del suelo. Se
sentía tan ligero que creyó, por un instante, que volaría.
A lo lejos una silueta
caminaba de un lado a otro como si estuviera ebrio. No era así. Sabía como era
su muchacho. Y sabía a la perfección que su extraña forma de caminar se debía a
que estaba evitando pisar las posas más profundas. Odiaba humedecer sus
calcetas. Lo sabía muy bien. Lo conocía.
Gritó su nombre.
¡Manuel!
Pero el joven no lo escuchó.
Un trueno se había encargado de silenciar sus alaridos. Sintió sus mejillas
sonrojar. Sintió que la naturaleza se mofaba de él sin piedad alguna. Gritó una
vez más.
¡Manuel!
Y éste se detuvo en seco.
Él continuó corriendo hasta
estrellar su cuerpo contra el del chico que de la nada se había quedado de pie.
Allí, esperando, analizando, dudando.
Ambos cuerpos se encontraron
tras un fuerte golpe. Cayeron al suelo y el agua lluvia los recibió con alegría
empapando cada parte de su ser. Acariciando su piel, humedeciendo sus
extremidades, enfriando su pasado, su enojo, su disputa.
—Perdóname.
Gritó arrepentido.
—Perdóname.
Susurró en su oído sintiendo que el aire le faltaba.
*
Y así es como termina el escrito...
¿Extra, verdad? pero bueno, quería agregar algo a mi abandonado blog. Un beso y espero les haya gustado.